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RAQUEL VILLAAMIL - LA PRIMERA MUJER SURFISTA DEL URUGUAY


por Javi González

Nuestra entrevista del mes es con Raquel Villaamil, la primera mujer surfista del Uruguay. Un ejemplo viviente de pasión por las olas, que han sabido transmitir junto a su marido Fermín Lorenti, a sus hijos Martina y Alfonso. Conversamos en “La tribu”, su casa de Rincón del Indio, acompañados de dos albumes de fotos que ilustran el comienzo y los primeros pasos del surf uruguayo. Mucha historia está presente en estas imágenes que atesora Raquel y sirven para tejer la trama del tiempo. Es que su vida y la de la familia Lorenti-Villaamil gira en torno al surf. “Vispo le hizo una tabla a Fermín cuando tenía 10 u 11 años, en el año 61. Es una canoíta, Vispo le decía a Fermín que tenía que tomar la ola y que cuando lo llevara, tirara los remos y se parara. Entonces él hacía lo que Vispo le decía. Después, esa canoita pasó a manos de los hijos, Jordi o Carlitos, porque él tuvo dos hijos. Vispo era muy amigo de los padres de Fermín, sobre todo del papá”, recuerda, y así nos sumergimos en un fascinante viaje que compartimos a continuación.

¿Qué me podés decir de Vispo Rossi como conductor y mentor de la primera camada de surfistas uruguayos?

A Vispo lo conocí cuando volví de Estados Unidos, en el año 1967, fui a hacer un intercambio (años 66/67) a California. A la vuelta, luego de ver todo lo que pasaba allá, convencí a mi papá de que me regalara una tabla de surf. Vivíamos en Montevideo y mi padre me regaló un tablón Rick, de tres metros. En esa época eran tablones… yo tenía una amiga que vivía en Barreiro, en la rambla de Pocitos. Y me comentó que en la casilla de salvavidas de Barreiro se reunían una cantidad de chicos con tablones. Y era Vispo el salvavida de esa casilla que había empezado con todo lo del surf.

Creo que había visto una revista de surf, pero la canoíta la había construido mucho antes de que Ariel González le mostrara una revista de surf que le había mandado un amigo. O sea que él nos incentivó a todos, nos reuníamos a cantar y tocar la guitarra.

¿Qué te motivó del surf en un primer momento?

Siempre me encantó el mar, en California vi mucha gente surfeando y pensé en hacerlo cuando volviera a Uruguay.

¿Y las olas?

Y… casi nunca habían olas en Pocitos. Solamente cuando soplaba un pampero muy fuerte. Entonces lo que hacíamos era remar: hacíamos el triángulo, que era ir hasta Trouville todo remando, volvíamos a Kibon y después hasta la casilla para entrenarnos. Así, cuando teníamos oportunidad de ir a Punta del Este o La Paloma estábamos bien. Y si había tormenta, corríamos en Pocitos. Se corrían olas en serio, no tenían fuerza, pero eran olas.

¿Cómo se fue dando el viaje hacia el este de esta primera tribu?

Se fue dando porque nos dimos cuenta de que cuanto más hacia el este, más océano era y mejores las olas. Por ejemplo, Vispo y todos sus amigos se hicieron casa en La Paloma. Nosotros empezamos a hacer surf en Solís, porque yo tenía casa en Bella Vista, arriba de la mejillonera. Íbamos a Piriápolis también, a Punta Negra y Punta Colorada. Y después llegamos a Punta del Este.

Contanos de la conexión con Punta del Este…

En el 69, mi papá tenía una casa de artículos deportivos “Villaamil”, de pesca, camping y artículos de campo: faroles, heladeras, y abrió una casa en Punta del Este, donde empezamos a importar tablas. Fuimos el primer surf shop del Uruguay: importábamos los trajes O´Neill y las tablas Hansen, de California. Veníamos todos los veranos.


¿Cuándo se instalaron definitivamente?

Nos instalamos con Fermín a vivir mucho después, en el 1985. Mi hermana Gabriela vino antes y mi hermano Luis también. Ahora estamos toda la familia, porque mi hermana Rosario también se vino.

¿Cómo era surfear en esa época?

En Pocitos éramos Vispo y sus amigos. En el este del país, estaba el grupo de los argentinos, que era Adolfo Cambiasso, Diego Fernández, Lacrosse, Azulay, los Litman, el Tano Pugliese. Después estaban los Piscione: Donato y José María y más tarde los chiquitos. También estaba Julio Badín, que sigue vigente con su tablón. Empezamos a finales de los 60.

¿Dónde corrían en Punta del Este? Supongo con olas sin gente, todo una aventura…

Cuando abrimos el surf shop, fue que nos hicimos amigos del grupo de argentinos y los pocos uruguayos que vivían acá, más los que venían de Montevideo. En esa época era El Emir, si teníamos transporte podíamos irnos hasta Manantiales, y “El Barco”, que es Los Dedos actualmente. Le decíamos así porque aún estaba el “Santa María del Luján” y había hecho un banco buenísimo. Y también La Olla.

¿Cómo era ir para el lado de La Barra?

Para ir a La Barra lo que era difícil era ir desde la Punta, porque el camino viejo, que todavía hay una parte por la parada 30/31, se tapaba completamente cuando había tormentas y teníamos que llevar palas y tablas para llegar al puente. Los médanos tapaban todo, era impresionante. Ahí cruzábamos hasta Manantiales.


¿Cómo eran los campeonatos de principios de los años 70 en Manantiales?

Había categorías Junior, Senior, niños de 13/14 años. De mujeres hubo solo un campeonato, que fue el único que corrí y gané. Al principio no estaba la categoría de mujeres.

En el año 94 tuve otra chance de competir: fue cuando Pablo Etchegaray estaba como presidente de la ASU (Asociación de surf del Uruguay) y había un campeonato internacional en Rio de Janeiro. Pablo me llamó a ver si quería ir y le dije que no, pero que Martina corría olas. Y así fue que mi hija Martina viajó con 13 años a competir, acompañada por Fermín. También fue Celia Barboza, que ya había representado a Uruguay en el 93 a Isla Margarita en Venezuela.


Si tuvieras que recordar una anécdota imborrable de las primeras épocas…

Primero decir que éramos todos amigos, seríamos 20. Compartíamos las olas mucho más que ahora. Después de surfear en los veranos en Punta del Este (en Manantiales rompía buenísimo en frente a la casilla y no habían construcciones de ningún tipo), planeamos irnos a Brasil. En marzo empezamos a irnos en grupo a Brasil. Luego de la visita del hawaiano Joey Cabell, que nos contó de Imbituba y sus olas. Decidimos irnos con mi hermano, con Fermín, los dos Piscione y Jorge Campomar. Nos fuimos todos juntos a acampar a Imbituba. Pasamos bárbaro y lo repetimos por varios años, todos los que podían se sumaban al viaje.

Era otro Brasil, otra costa…

Totalmente. Íbamos a Laguna, cuando soplaba el viento sur, que daba unas olas preciosas. Al Farol de Santa Marta. Florianópolis no existía, solo la parte vieja, pero las playas no había nada, era increible. Esto que te cuento fue del año 70, hasta el 76.

¿En qué iban?

Mi mamá nos prestaba su camioneta Peugeot. Teníamos unos racks para colgar las tablas, que los copiamos de los que usaban en Estados Unidos. Los Piscione iban en un Ford Falcon. Una vez algunos fueron en un Meharí, y una pareja de una peruana casada con un uruguayo se fueron en moto Yamaha. Acampábamos en las playas, comprábamos pescados a los pescadores, únicos habitantes de esos lugares. Garopaba, Praia do Rosa, eran solamente pueblitos de pescadores.


¿En qué momento sentís que el surf se volvió popular?

Para mí fue de repente, empecé a ver muchísima gente en el agua a finales de los 80, principios de los 90. Sobre todo chicas, que cuando yo empecé creo que fui la primera. Y después empezó la hermana de Fernando Bessega, Rina. Éramos amigas. Después, era muy difícil ver una mujer en el agua. Hasta finales de los 80, que mi hija Martina empezó y también lo hicieron varias chicas.

¿Desde cuándo los tiraron al agua a tus hijos?

Nosotros les enseñamos desde los dos o tres años con los Morey Boogie y se paraban ahí. Estábamos fascinados porque era algo familiar, nos metíamos todos al agua.

¿Cómo vivís el surfing actualmente, es algo que está presente en tu vida?

Ah, sí, todos los días. Hubo una época, cuando mis hijos eran muy chiquitos, que dejamos un poco de tirarnos en el invierno. Nos dedicamos bastante a jugar al tenis. Pero después, cuando Martina y Alfonso se hicieron fanáticos, nosotros con Fermín volvimos a surfear en invierno, porque además habían trajes de goma. Fijate que cuando empezamos no había trajes ni leash.


¿Cómo es ir a surfear con tu marido?

Casi siempre vamos juntos. Algunas veces si la ola que él va a correr no me sirve, me voy a otra playa. Si me sirve la ola que él corre, nos tiramos juntos. También me tiro casi todos los días con mi hermana Gaby. Y me encanta cuando estamos toda la familia en el agua: Marti, Alfo, Fermín, y mis sobrinos Lucca, Talia, Agus, Fede, y Gabriel.

La escuelita “Bagus” de Martina es un clásico de La Posta: ¿cómo se dio?

Las dos primeras escuelitas que abrieron acá fueron las de Martina y la de Diego Umpiérrez, en La Olla. Que ahora es la de Juan Malek. Martina empezó en Manantiales, porque nos íbamos los veranos ahí. Alquilábamos la casa de Rincón del Indio y nos mudábamos. Entonces nuestros hijos aprendieron a surfear ahí. A Martina, distintas personas le pedían que les enseñara. Al final, lo empezó a hacer como una forma de tener su propio dinero y juntar para viajar. Ella empezó a los 18 años, por el año 97 o 98. Después, dado que las olas de Manantiales son más difíciles para enseñar, empezó a llevar sus alumnos a La Posta. Y ahí se quedó. Más tarde fue el boom de las escuelitas: en cada playa hay una ahora.


¿Cómo ves el ambiente actual en el agua? ¿Te respetan o no? ¿Sos de pedir tu ola?

Jamás pido olas. Y en Uruguay no respetan a las mujeres. Es uno de los países que no hay respeto, y mirá que hemos viajado a distintos lugares con Fermín y los chicos. Por ejemplo en Brasil, a mi siempre me respetaron, me daban las olas…decían (con acento brasileño) “que legal, uma gatinha fazendo surf”. Y acá nadie. Menos ahora que tengo 68 años… bueno si estás tu se que me vas a dejar la ola, porque sos mi amigo. Pero, en general, los hombres de Uruguay no respetan a las mujeres.

Si pudieras cambiar algo del surf actual en Uruguay…

Que los principiantes aprendan las reglas del surf. El derecho a la ola por estar en el pico, que si vas y corres una ola, después esperás para agarrar otra. Que no se tiren sin pensarlo en las olas del otro, porque pueden causar un accidente…


¿Cómo es un día de buenas olas en tu vida?

Me levanto con mucha alegría, por lo general voy al “segundo turno”, a eso de las 9 de la mañana. Me acuerdo cuando íbamos a la madrugada con Fermín y Martina era una bebé y nos turnábamos para cuidarla e ir surfear.

Tu ola preferida en Uruguay…

Manantiales es mi lugar, pero también me encanta la Desembocadura, y corrí muchas olas en La Posta, al estar la escuela de Martina ahí.

¿Qué países visitaste y qué olas recordás?

Brasil, Inglaterra, California, Hawaii, Perú, Indonesia, Costa Rica, Panamá, República Dominicana. Visitamos varias veces la isla de Lanzarote (Islas Canarias), donde vive nuestro querido sobrino Christian Hunt Lorenti, a quien iniciamos con Fermín en el surf, por los años 70. Santa Catalina fue uno de los mejores lugares: a mi me gustan las olas grandes, pero no con tubos gigantes. Cuando visité Panamá tendría 60 años y esa ola me encantó: atrás del todo rompía con tubo, yo corría la segunda sección, una ola larguísima y grande, pero no agresiva. Y las olas en Imbituba cuando era joven: fueron grandes olas que corrí.

***Ping Pong final***

Bandas preferidas: Los Beatles y los Rolling Stones.

Una comida: Asado de tira.

Un deportista uruguayo: Luis Suárez. Siempre quiero que gane el Barça por él.

Del mundo del surf: Antes los conocía a todos, creo que Joey Cabell me encantaba como surfer y era muy buena persona. Vino acá y le encantó el Uruguay y tocaba la guitarra. Los hermanos Pardeiro, en especial Carlos Pardeiro que era muy bueno, le enseñó mucho de guitarra. Después se vieron en Hawaii, que viajaron con Ariel González a visitarlo.

Un libro: The Pillars Of The Earth (Los pilares de la tierra) de Ken Follet.

Tu profesión: Me dedicaba a dar clases de inglés. Desde los 18 a los 65 años: me encantó la docencia y me enorgullece encontrarme por todos lados con ex alumnos que me saludan con cariño. Siempre tuve muy buena relación y logré enseñarles.

(Salvaje / 4-4-2018)

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