domingo

CÉSAR VALLEJO - EL ARTE Y LA REVOLUCIÓN



PRIMERA ENTREGA
(primera edición: Lima, 1973)


Introducción de Georgette de Vallejo

El arte y la revolución que, aún sin título, Vallejo llamaba su “libro de pensamientos”, es la primera obra que él inicia enseguida de sus dos contactos iniciales con la Unión Soviética (octubre de 1928 y octubre de 1929). La continúa a lo largo de 1930, en cuyos últimos días fue expulsado de Francia. Viaja entonces a España y llega a Madrid el 31 de diciembre.

En 1931, año de problemas materiales, Vallejo escribe El tungsteno, Rusia en 1931 y Paco Yunque, traduce tres novelas para poder vivir y vuelve, en octubre, por la tercera y última vez, a la Unión Soviética.

A su regreso, con el propósito de estabilizar su situación económica, intenta, pero no logra, colocar una de sus obras de teatro -también emprendidas en 1930- y publicar El arte y la revolución. En enero de 1932 escribe de Madrid: “Ya con las correcciones y modificaciones que he hecho, el contenido, el alcance y el valor sustantivo del libro -como pensamiento y acción revolucionaria- han quedado de lo más logrado”. Es así como se puede ver en la primera página del original, escrito, como queda dicho, a fines de 1929 y en 1930: “Madrid, febrero de 1932” (aunque el 12 de ese mes está Vallejo en París) y también: “París 1934”.

El hecho de que Vallejo haya llamado a esta obra su “libro de pensamientos” dice por sí la grave trascendencia que tenía para él la realidad socio-económica y política de aquel mundo bolchevique desconocido que era todavía, por entonces, la Unión Soviética.

Como a la edición de Contra el secreto profesional, a esta se le agregan las anotaciones afines a su temática que figuran en las libretas de apuntes del autor. Algunos de esos apuntes se han colocado como notas al texto, por cuanto se refieren directamente a partes de él. Otros, por referirse a la totalidad de la obra, la preceden. En lo relativo a los propósitos de suprimir y añadir que el autor manifiesta, no se ha tomado disposición alguna. Los textos reproducen fielmente el original.

Se agrega a este volumen anotaciones hechas por Vallejo en una de sus libretas, para un trabajo que no llegó a redactar. El estudioso tendrá así una muestra de la manera pausada y metódica con que el poeta asumía su tarea intelectual.


G. de V.


FUNCIÓN REVOLUCIONARIA DEL PENSAMIENTO (1)

Apuntes precedentes

Suprimir del libro lo que no se relaciona con la revolución. Pasar a C.(ontra el) S. (ecreto) P.(rofesional)

Consultar “La révolution et les intellectuels” para extraer otros temas a polemizar.

Consultar Romain Rolland: artículo sobre “Lénine” y el arte en “Europa”.

Añadir los temas del cuaderno verde que no he tratado en el libro.

Añadir a este libro capítulos del segundo libro sobre Rusia relativos a los escritores y a la vida intelectual soviética; sobre todo cómo viven los escritores y artistas, sus derechos y aspiraciones.

Fui a Rusia antes que nadie.

César Vallejo


Textos

La confusión es fenómeno de carácter orgánico y permanente en la sociedad burguesa. La confusión se densifica más cuando se trata de problemas confusos ya por los propios términos históricos de su enunciado. Eso último ocurre con el problema flamante y, a la vez, viejo, de los deberes del intelectual ante la revolución. Es ya intrincado este problema tal como lo plantea el materialismo histórico. Al ser formulado o simplemente esbozado por los intelectuales burgueses, toma el aspecto de un caos insoluble.

* * *

Empecemos recordando el principio que atribuye al pensamiento una naturaleza y una función exclusivamente finalistas. Nada se piensa ni se concibe, sino con el fin de encontrar los medios de servir a necesidades e intereses precisos de la vida. La psicología tradicional, que veía en el pensamiento un simple instrumento de contemplación pura, desinteresada y sin propósito concreto de subvenir a una necesidad, también concreta, de la vida, ha sido radicalmente derogada. La inflexión finalista de todos los actos del pensamiento, es un hecho de absoluto rigor científico, cuya vigencia para la elaboración de la historia, se afirma más y más en la explicación moderna del espíritu.

*  *  *

Hasta la metafísica y la filosofía a base de fórmulas algebraicas, de puras categorías lógicas, sirven, subconscientemente, a intereses y necesidades concretas, aunque “refoulés”, del filósofo, relativas a su clase social, a su individuo o a la humanidad. Lo mismo acontece a los demás intelectuales y artistas llamados “puros”. La poesía “pura” de Paul Valéry, la pintura “pura” de Gris, la música “pura” de Scchöenberg, -bajo un aparente alejamiento de los intereses, realidades y formas concretas de la vida- sirven, en el fondo, y subconscientemente, a estas realidades, a tales intereses y a cuales formas.

*  *  *

“Los filósofos, -dice Marx- no han hecho hasta ahora sino interpretar el mundo de diversas maneras. De lo que se trata es de transformarlo”. Lo mismo puede decirse de los intelectuales y artistas en general. La función finalista del pensamiento ha servido en ellos únicamente para interpretar -dejándolos intactos- los intereses y demás formas vigentes de la vida, cuando debía servir para transformarlos. El finalismo del pensamiento ha sido conservador, en vez de ser revolucionario.

El punto de partida de esta doctrina transformadora o revolucionaria del pensamiento, arranca de la diferencia fundamental entre la dialéctica idealista de Hegel y la dialéctica materialista de Marx. “Bajo su forma mística -dice Marx- la dialéctica se hizo una moda alemana, porque ella parecía aureolar el estado de cosas existente”. Bajo su forma racional, la dialéctica, a los ojos de la burguesía y de sus profesores, no es más que escándalo y horror, porque, al lado de la comprensión positiva de lo que existe, ella engloba, a la vez, la comprensión de la negación y de la ruina necesaria del estado de cosas existente. La dialéctica concibe cada forma en el flujo del movimiento, es decir, en su aspecto transitorio. Ella no se inclina ante nada y es, por esencia, crítica y revolucionaria (1).

Notas

(1) Citar el creacionismo de Vicente Huidobro, interpretación del pensamiento. No copia la vida, sino que la transforma, Huidobro; pero la transforma vaciándola, falseándola. Es educar a un niño malo para hacerlo bueno, pero al transformarlo, se llega a hacer de él un muñeco de lana con dos cabezas o con rabo de mono, etc. Esto hacen todas las escuelas artísticas: surrealismo, etc. (Nota del Autor, en adelante: N. del A.)

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