domingo

CONFIESO QUE HE MORIDO (9) - HUGO GIOVANETTI VIOLA



UNO: FINAL EN EL OBELISCO (7)
(crímenes y milagros en el 83)


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Isabelino Pena encontró a la viuda de Cachongo Carrión en el rosedal. Me acerco embuchando una explosión de reflujo mientras ella resueña lo que no va a vivir sentada frente al gran terciopelo que barre el Prado anaranjadamente.

-Buenas tardes, señora -se frenó apenas para pellizcarse el gacho el detective.

Entonces la mujer me ofrece el resplandor del último rostro de muchacha que se le hunde entre las arrugas y grazna:

-Dígale a la atorranta que le voy a mandar una postal desde Venecia.


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Isabelino Pena se bajó del ómnibus interdepartamental en Las Delicias y caminó dos cuadras hacia arriba y dos hacia la izquierda. Bruto chalé en Pinares.

-Disculpa que le caiga en su casa sin aviso -le explicó el detective al productor sanchesco que le llevaba apenas media cabeza. -Pero necesito localizar con urgencia un video que usted filmó para el canal 7.

-Cuál -sonríe el hombre transparentemente atascado en un asco infantil.

-El de la guitarra de los Regusci.

-Ah no -abre un poco más la puerta. -Lo que yo hice fue un programa sobre la viejita que da clases aquí en la península. ¿La conoce? Es divina. ¿Quién le dijo que filmé la estrellera?

-La señora de Carrión.

-Pobre mujer -suspiró cabeceando Perales. -Se enloqueció del todo.

Y termina de abrir dejando al descubierto un conjunto de camisola y bermuda bermnellón y murmura:

-¿Cuánto puede costar esa guitarra?

-Un platal.

-¿Se toma un whiskycito?

-Podría ser.

-Vamos a aprovechar antes que venga mi mujer o me cuelga de un huevo: tengo que bajar diez quilos y pasar a cuchillo, arriba. ¿Así que vale mucho la estrellera, che?

-Y lo que va a valer. Salud -beso el oro siniestro y de repente revienta un trueno y se me desencadena un sacudón-tic que me hace chorrear la moquette.

-Opa -saltó Perales. -Ya llegaron mis hijas.

Dos liceales preciosas y con las narices enyesadas se escurren sin mirarnos y el gordo liquida la copa a lo cow-boy y grita:

-Avísenle a mamá que tuve que alcanzar a un productor amigo hasta el canal.

Y después que subieron a BMW último modelo Perales puso cara de infanto desbocado:

-Me viniste al pelo, loco. Ahora me chupo todo. ¿Querés ir a un bolichito de putas-bien?

-Preferiría conocer lo de Mimí.

-Ah no. Allí estoy regalado. Mirá: el otro día me agarré una calentura con el asunto de la cirugía plástica de mis hijas que me llevé una pendeja a un motel de Portezuelo nada más que para pegarle. ¿Entendés? Le pagué y le pegué y la dejé allí nocau.

-Muy cara la cirugía.

-Es que mis hijas no la precisaban, ¿entendés? Pero le hice una nota operando en vivo a un sorete de San Carlos y después me ofreció canjear, nomás.

-Qué bárbaro.

-Uh: yo siempre digo que la familia será sagrada pero te estresa más que la televisión. Bueno, dale que por lo menos te arrimo a lo de Mimí. ¿Sabés que me convenciste de que vale la pena invertir en un video de la estrellera? Esa vieja no está tan loca como parece.


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Isabelino Pena atravesó el estacionamiento del quilombo y torció en dirección a la casita trasera. Acabo de ver el supersport color panza de sapo y me siento capaz de bucear en el oro siniestro hasta el mismísimo THE END.

-Era más blanda que el agua / que el agua blanda -cantó rasposamente el detective mientras llegaba al baldío de la esquina.

Encuentro a Sabino Regusci trepado a un gigantesco jacarandá en flor y me señala los esqueletos del Papalote y del Lobo, que esperan boca arriba entre los yuyos.

-¿La botija enterró algún perro? -se agachó a masticar su pipa el viejo.

Martiana Ventura se perfila arrodillada en la marea lunar que derrama la autopista sobre el jardín de Mimí.

-Lo que enterró es el traje de novia de la abuela -explicó el hombre-muchacho de bigotes antiguos.

Y enseguida se descuelga la lluvia conjurada infaliblemente por el Negro Jefe y un mariposerío de pétalos violetas se arremolina para abrigar el requiem de la infanta.


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Isabelino Pena entró chorreando al quilombo y encontró a Luz Adrogué despatarrada en el bar.

-¿Pero qué hacés, Runín? Vos sos peor que la Sara: no aflojás ni abajo de la ducha de San Pedro. ¿Querés un caballito?

-Triple. Con dos medidas de soda y sin hielo.

Ella cacarea el pedido y de golpe se incorpora para besarme la frente y secretea:

-Fiebre tenés muy poca. Lo que no te conviene es llevar el bufoso: cayó yuta de un depto a ocuparse.

-Ya vi el auto afuera. Pero es un pobre 32 sin balas: no complica.

La negra se arrancó un pétalo de jacarandá de la trompa y esperó que llegaran las copas para retrucar:

-Pero tenés la gabardina empapada y te hace más bulto que el chichiroli, brader. Qué te dio por venir a jeder aquí.

-La guitarra de Alondra.

Ahora la lluvia parece ametrallar el dolmenit y yo retengo el primer trago hasta que la sin hueso se inflaciona del Padre.

-¿Qué brorca con la sarta? -terminó de machacar un Peter Stuyvesant contra el yesquero la vedette.

-Esos son los bastones blancos que le perfumaban la soledad a mi hijo en París. ¿Cómo los conseguiste?

-Qué pasó con la viola. Batí, carajo.

-Se la tragó el infierno.

-Y vos qué hacés acá.

-Escarbo. Soy un Caballero de la Fe al servicio de la Hermandad del Gran Tiempo y la Más Dimensión y el Kikirikí de Juan en el Cactus de Adán. Y vos qué hacés.

-A mí me dejó plantada la Mimí y llamé para que me vinieran a buscar de la casa-torta maldita. Ya no los banco más. ¿Sabés con que lo revocaron a ese convento, Runi? Con cagalera de oso polar. Es igual que el Uruguay: te engaña un poco el ojo nomás que en las postales.

En se momento suena un bocinazo y siento que los focos azufrados que perforan la lluvia son los colmillos de Stalin.

-¿Por qué no te venís conmigo y me contás bien lo de la viola? Hoy ya no la gozás ni aunque te la morfe yo.

-No. ¿Me podrías dejar un bastón de París?

-Quedate con el atado.

-Sos una sarta.

-Okey -le despegó otro pétalo de la frente la negra al detective. -Te llenaste de escarapelas de Palega Ortito, brader.

-Llena estaba la montaña de la noticia, Chela!!!! Y no podías creerlo!!!! Aunque Abel estuviera en el Penal y Ma-Sa en Brasil Dios bogaba en la PAX-LUX de la casa-Tabor!!!! Y no querías creerlo. ¿Me pagás otro Juite?

Entonces ella me emponcha con una piedad de barro y le hace una seña al barman:

-Te espero en Casamar. Y si querés venimos a buscarte.

-La que se va a quedar esperando a Jesús allá atrás es la hija de la Moria, sister. Sola como una perra.

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