domingo

SANDINO NÚÑEZ - EL DESENCUENTRO / LA DIALÉCTICA, EL VIRUS RESIDENTE DEL CAPITALISMO Y EL FANTASMA DE LENIN (7)



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Hoy podríamos llegar a entender que la pulsión neutra fue infinitamente más fuerte que la pasión negativa. La pulsión modernizadora, técnica y progresista, fue infinitamente más fuerte que la pasión revolucionaria (que siempre parece exigir suspensiones, detenciones, retiro, paciencia). La fuerza del arrastre y el declive fue más fuerte que la de la profundidad. (El placer de sentir fue infinitamente más grande que el de entender.) Pero ¿cómo hubiéramos podido entender hace cien años, en Petrogrado en 1917, en Berna en 1914? Debemos ser cuidadosos y justos con la memoria hegeliana de la expresión “el capitalismo alcanza su concepto”. No se trata de algún tipo de potencia germinal planada en algún momento del pasado, cargada con su desarrollo y su despliegue histórico, que florece y madura hasta alcanzar el destino impreso desde siempre en su memoria biológica. La historia dialéctica es una narración teórica après-coup, y se diría que parte de un real-contingente, de un núcleo constitutivo irreductible. Seguramente el punto histórico del capitalismo actual puede cargarse a la cuenta de una contingencia o un accidente, en el sentido más bien torpe de algo que “pudo no haber ocurrido”. Pudieron no haber ocurrido los acuerdos de Breton Woods (o haber ocurrido en la versión keynesiana) o el plan Marshall o la OTAN, pudo no haberse degradado definitivamente la idea política de modelos técnicos de gestión o administración o realpolitik, pudo no haber crecido explosivamente la tecnología de la comunicación, el fetiche de la información, el advertising y los medios, la omnipresencia de la estadística en la cultura mediática, la espectacularización de lo privado, etc.; pudo no haber ocurrido el neoliberalismo, la caída del socialismo real, el “posneoliberalismo”, la proliferación de TLCs, la globalización y la molecularización del mercado como la forma misma del espacio (o el territorio) social; pudieron no haber triunfado las democracias de masas, pudo no haber mutado o retrocedido el Estado ante la diseminación del sistema maquínico del mercado, la empresa y las finanzas, etcétera. Pero una vez que todo eso ocurrió, ese algo es conceptualmente necesario, ya que determina y constituye nuestro propio lugar, nuestro propio momento de enunciación. Parado en este presente histórico entonces, el sujeto “mira hacia atrás” y “ve” que de la nube caótica de episodios, textos o teorías del pasado, algunas zonas se encienden y otras se apagan y callan. Para ese sujeto, todo el presente, toda la blindada consistencia de la existencia, el ser y el funcionamiento, se transforma en pasado, esto es, en significante o en concepto que esperaba su momento de existencia. Así, para poner un ejemplo dentro del estilo, las “Tesis sobre la historia” o “El capitalismo como religión” (Benjamin), se ponen a decir, hoy, con una fuerza profética que estaba ausente -digamos- hace cincuenta años, aunque no se haya modificado ni un punto ni una coma de sus versiones originales escritas entre la segunda y la cuarta décadas del siglo pasado.

(CRISE E CRITICA / revista latinoamericana de filosofía e política / volumen 1, número 1, 2017)

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