domingo

LOS CANTOS DE MALDOROR (145) - CONDE DE LAUTRÉAMONT (ISIDORE DUCASSE)


CANTO SEXTO

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5 (1)

Mervyn está en su cuarto; acaba de recibir una misiva. ¿Quién puede escribirle una carta? Su turbación le ha impedido agradecer al empleado postal. El sobre tiene un reborde negro, y las palabras han sido trazadas con letra presurosa. ¿Debe llevar esta carta a su padre? ¿Y si el firmante lo prohíbe expresamente? Lleno de angustia abre la ventana para aspirar los perfumes de la atmósfera; los rayos del sol reflejan sus prismáticas irradiaciones en los espejos de Venecia y en las cortinas de Damasco. Arroja la misiva a un lado, entre los libros de cantos dorados y los álbumes de cubierta de nácar, esparcidos sobre el cuero repujado que recubre la superficie de su pupitre de escolar. Abre el piano y deja correr los dedos afilados sobre las teclas de marfil. Las cuerdas de latón no suenan. Esta advertencia indirecta lo mueve a recoger el papel avitelado, pero este retrocede como si estuviera ofendido por la vacilación del destinatario. Atrapado en esa estampa, la curiosidad de Mervyn creció, y abre el papelucho con prevención. Hasta ese momento la única escritura que conocía era la suya propia. “Joven, me intereso por usted; quiero que sea feliz. Será mi camarada y efectuaremos largas excursiones a las islas de Oceanía. Mervyn, sabes que te amo y no necesito probártelo. Me otorgarás tu amistad, estoy seguro. Cuando me conozcas mejor, no te arrepentirás de la confianza que puedas haberme demostrado. Te evitaré los peligros a que te exponga tu inexperiencia. Seré un hermano para ti, y nunca te faltarán buenos consejos. Para mayores explicaciones, encuéntrame, pasado mañana por la mañana, a las cinco, en el puente del Carrusel. Si todavía no hubiera llegado, aguárdame, aunque espero estar a la hora exacta. Haz tú lo mismo. Un inglés no perderá fácilmente la ocasión de ver claro en sus asuntos. Joven, te saludo, y hasta pronto. No muestres esta carta a nadie.” –“Tres estrellas en lugar de la firma”, exclama Mervyn, “y una mancha de sangre en la parte inferior de la página.” Lágrimas abundantes corren sobre las extrañas frases que sus ojos han devorado, y que abren a su espíritu el campo ilimitado de los horizontes inciertos y novedosos. Le parece (sólo después de la lectura que acaba de terminar) que su padre es algo severo y su madre demasiado majestuosa. Posee razones que por no haber llegado a mi conocimiento no podré trasmitiros, para insinuar que no está tampoco de acuerdo con sus hermanos. Esconde la carta en su pecho.

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