7 / LA LECCIÓN DEL TIEMPO (3)
En la cultura occidental no se valora la edad. No tenemos en cuenta que las arrugas son una parte de la vida y creemos que debemos prevenirlas, esconderlas, borrarlas. Sin embargo, por mucho que echemos en falta la energía y el empuje de la juventud, la mayoría de nosotros no querría volver sobre sus pasos, porque recordamos perfectamente la confusión de aquellos años. Cuando alcanzamos la edad adulta, tenemos una mejor comprensión de lo que es la vida y no tenemos tiempo para banalidades externas. Sabemos quiénes somos y lo que nos hace felices. Una vez aprendida esta lección, no la cambiaríamos por volver a vivir la juventud. Este conocimiento y el recuerdo de que la juventud tiene muchas facetas, y no todas ellas fáciles, nos aporta tranquilidad. La juventud es la edad de la inocencia, pero también de la ignorancia. Es la edad de la belleza, pero también de una dolorosa inseguridad. A menudo es la edad de la aventura, y con la misma frecuencia de la estupidez. Para muchos, los sueños de juventud se convierten en las lamentaciones de la vejez, no porque la vida haya terminado, sino porque no se ha vivido lo suficiente. Saber envejecer con elegancia es experimentar con plenitud todos los días y etapas de la vida. Cuando hemos vivido verdaderamente nuestra vida, no queremos volver a experimentarla. Lo que lamentamos es una vida que no ha sido vivida.
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