domingo

FRANCISCO ALVEZ FRANCESE - LO QUE QUEDÓ (diez poemas)


Siempre decías que tenía que hacerlo más personal. Que tenía que escribir cosas especialmente para el blog, que tenía que hablar más de mí porque si no, ¿para qué? Yo me reía porque no tenía nada que decir de mí, nada que contar. Vos insistías.

Un día te mandé unos poemas por mail. Y a vos no te gustaba la poesía. “Me gustaron”, dijiste, “Es como futurismo de aquella época pero sin la parte de ser facho. Ya me los imagino entre dos cartones”.
Estos no te gustarían tanto, porque no hablan de mí.
a Fd.
1
Al otro lado del mundo

te esperaba el espectro de tu inteligencia
sacudiendo el polvo a esa bufanda, abriendo cajones, tomándola contra el cielo.

Vos oías hablar al módem

su discurso de lucecitas.


2
Quedó partida en dos la víbora

cuando cerraste la puerta y había eco


3
El león rugiente se estira para ver las patas moverse,

es todo de bronce y camina haciendo cloc-cloc
graciosamente.

Abre la boca e inunda el suelo de pétalos y monedas.
Viruta de un lápiz,

marcas de tu celular.


4
El humo es todo lo que decimos cuando queda el tiempo entre nosotros, un año o unas horas de tu cuerpo ahí encerrado, el frío pasando por las baldosas hasta acá y yo estirándome para alcanzarte, pasarte la mano por el pelo y vos revisando mi bolsa en la redacción el otro lunes: un libro, un tupper, mi cuaderno, papeles sueltos, algunas lapiceras y poca cosa más, ¿qué más puede haber en una bolsa así, que llevo a trabajar y de ahí a casa?
Y la luz enfermiza de la pantalla cuando te reís pero los dos sabemos.

5
La calle surcada de cables por los que la voz no se escucha,

suena como golpecitos, las patas de un insecto enfermo en la ventana,
la piel erizada, la lengua de esa víbora partida en dos,
el calor que dobla el metal del tiempo y en un delicado rulo parece negándose.


6
¿Qué quedó de eso, de esa altura

o de tu cuerpo siempre con frío,
¼ esclavo, de ese minuto en que perseguiste una palabra
y la mantuviste limpia para que la viéramos?


7
Cerraste la libretita como cerrando un mapa.
Al Norte habías trazado una equis,

el rayo sobre Saturno en el Este,
un recuerdo, que dibujaste en la cara de una mujer sobre la orilla Sur, que se
abre en dos,
esa noche de agua estancada, el Oeste de una estrella negra.

Acaso miraras al gato Balthus por última vez,

pensaras en ese ciruelo, en las latas puestas en fila (sin arvejas que matar).


8
Para estos pies ya entró el frío,

el color denso del pixel borrándose a cada momento, los 32 bits del cursor persecutor
en el instante más profundo de la Red,
donde esperan las manos para felicitar, los ojos para adorar y decir Acá.


9
No supe esto hasta ahora,

que le di mis manos al lagarto para que jugara,
para que se distrajera de la ruina que dejaste en tu cuarto;
que no viera la cama deshecha, los libros en el suelo y esa sombra oscura en la ventana.

No supe que había silencios así, como de opereta,
silencios lo-fi, que se rompen en seguida
(y esto te gustaría, esa ocurrencia).

10
Pero el dibujo se movió apenas de esa quietud que lo condena
del guion, ese cuadradito congelado en tu grabador
siempre en REC.
La memoria del mundo cedió porque abriste una grieta para pasar
y quedamos todos intentando recordar
cómo nos llamábamos mientras estuviste.

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